Las manías y rarezas de los escritores dan para escribir varios libros. De hecho, ya se han escrito algunos, y muy buenos. Entre ellos Cuando llegan las musas de Raúl Cremades y Ángel Esteban, en la que nos desvelan de manera muy interesante cómo trabajan los grandes maestros de la literatura, o Rituales cotidianos de Mason Currey, que recopilaba las rarezas y manías de más de 160 artistas.
De una forma u otra, todos los seres humanos somos supersticiosos en algo. Una cualidad que se puede ver multiplicada en grandes genios, especialmente de las artes. Las manías personales son habituales en las grandes mentes, como algunos de los escritores más reconocidos de todos los tiempos.
¿Por qué manías y rarezas de escritores?
Porque los escritores somos miedosos e inseguro como cualquier otro ser humano. Son muchas las cosas que tememos. Miedo al bloqueo mental, miedo al abismo del papel en blanco, miedo a defraudar, miedo a fracasar, miedo a las expectativas que se frustran…
Algunas manías y rarezas de grandes escritores
Gabriel García Márquez
Se dice de este gran escritor, y autor de una de las grandes novelas contemporáneas de nuestro tiempo, Cien años de soledad, que para escribir requería una determinada temperatura en la habitación en que se dedicaba para ello.
Además, Gabo, solo se sentaba a escribir cuando la idea de la novela que quería hacer estaba bien atada en su cabeza, hasta el punto de que otra de sus célebres obras, Crónica de una muerte anunciada, estuvo 30 años rondando en su mente hasta que fue definitivamente escrita. El escritor colombiano, escribía descalzo, y en su escritorio siempre tenía que haber una flor amarilla, si no, no escribía ni una palabra.
Haruki Murakami
El célebre autor de novelas y relatos, y eterno aspirante al Nobel de Literatura, también tiene sus rarezas, convertidas ya en costumbre, y en definitiva, en un ejemplo de disciplina, cuestión que, sin duda, tiene mucho que ver en su éxito como escritor.
Este escritor japonés es muy madrugador. Se despierta cada día a las cuatro de la mañana para trabajar cinco o seis horas seguidas en la escritura de sus obras. Ya por las tardes se relaja, y lee, corre, nada o escucha música.
Isabel Allende
La considerada hasta el momento escritora viva más leída del mundo de la lengua española, y autora de éxitos tan arrolladores como La casa de los espíritus, no se salva tampoco de múltiples manías o del uso de rituales a la hora de someterse al proceso de escribir.
Isabel Allende, tiene por norma comenzar a escribir sus novelas siempre un 8 de enero. Además, realiza conjuros antes de iniciar sus sesiones de escritura, y dicen que siempre, antes de comenzar su jornada enciende una vela que es la que marca la duración de su sesión. Cuando la vela se apaga, ella deja de escribir.
Edgar Allan Poe
Uno de los maestros del relato corto y especialmente de los cuentos del terror, tenía una manía especial que sacaba de quicio concretamente a sus editores. Y es que tenía la costumbre de escribir sus obras en tiras continuas de papel. Las encadenaba mediante lacre, de forma que formaba rollos interminables y muy incómodos de desplegar a la hora de leerlos.
Stephen King
Es uno de los genios del terror. Casi todas sus novelas son auténticos fenómenos de ventas y la mayoría de ellas han sido llevadas al cine y la televisión. Sin embargo, lo que muy poca gente sabe es que tenía una guerra personal contra los adverbios. Tal y como él mismo ha reconocido, intenta evitarlos a toda costa, llegando a escribir hasta 2.000 palabras al día sin emplear ni uno solo. Considera que le quitan fuerza y calidad a la escritura.
Charles Dickens
Siendo uno de los maestros de la literatura durante la época victoriana inglesa del siglo XIX, tenía una manía con el estilismo del cabello. Era incapaz de concentrarse estando despeinado o con aspecto desarreglado, por lo que siempre debía estar en perfectas condiciones antes de sentarse a traducir la inspiración a palabras. La obsesión llegó a ser tal que se le llegó a diagnosticar trastorno obsesivo-compulsivo con el orden.
Agatha Christie
Una referencia mundial en las novelas policíacas y de misterio. Agatha tenía la costumbre de cambiar continuamente de lugar en el que escribir. Era incapaz de mantenerse inspirada encerrada siempre en el mismo lugar, por lo que presumía de hacerlo en sitios diferentes constantemente. En diferentes habitaciones de su casa, en un café, en el tren, en hoteles… Ella simplemente se mantenía en movimiento y, cuando le llegaba la inspiración, se ponía a escribir.
Mis manías y rituales las dejaremos para otro post.
Quizás en el fondo todo va de disciplina y tesón, porque la inspiración nace del trabajo duro, y cada escritor busca, a su manera, la mejor forma de hallarla.
¿Te ha sorprendido alguna de estas manías y rarezas de nuestros grandes de la literatura?
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